(entrada publicada en archipielagonoticias el 04 de diciembre de 2007)
Leo con desconcierto una noticia publicada el 28 de noviembre en la que el Presidente del Instituto para la Calidad Turística Española (ICTE), Miguel Mirones criticaba la subjetividad de las opiniones o críticas sobre los destinos de viaje que se vierten en los blogs personales sin garantías de su credibilidad, fiabilidad o posible sesgo comercial.
A juicio del presidente del ICTE, una persona que busca información en internet para organizar su viaje no sabe si la gente que manifiesta su criterio subjetivo sobre un hotel o un destino ha disfrutado realmente de los servicios y productos de los que opina o si lo hace con fines comerciales. Una situación dice, ante la cual los empresarios se sienten indefensos. Por ello propone como solución que las grandes compañías tecnológicas establezcan mecanismos de control que eviten la proliferación de opiniones interesadas en internet. Aseguró que no se trata en absoluto de censurar los blogs, sino de que exista un compromiso ético por parte de sus promotores de buscar una herramienta que garantice la credibilidad de las opiniones que en ellos se vierten.
Yo no soy autora de blog de viaje (en este hueco escribo paranoias varias y además ya saben que no me considero “viajera” ni cultivadora de la novela bizantina), aunque sí soy colaboradora de una portal de foros de viajes de naturaleza no comercial, que se nutre esencialmente de informaciones y aportaciones desinteresadas de usuarios (como yo misma) y estos planteamientos me preocupan.
No sé en qué términos concretos querrá plantearse el detalle de esa propuesta, pero a primera vista me parece inviable tanto desde el punto de vista fáctico como jurídico.
¿Cómo puede acreditarse mi “credibilidad” cuando yo afirmo que he estado en Yemen, en Uzbekistán, en Irán o en Siria? ¿un test de identificación de monumentos? ¿una declaración jurada? ¿copia compulsada de las hojas del pasaporte? ¿una inyección de pentotal sódico?
¿Cómo se puede cuantificar en un escalograma la +/- “objetividad” de mis opiniones? Cualquier opinión es subjetiva por esencia, pero no necesariamente interesada. Las opiniones más interesadas supongo que estarán más del lado de quien tiene un interés comercial en vender un servicio. Y en ese sentido, ¿ofrece más garantías de credibilidad sobre un destino la información de un folleto turístico editado por una empresa que la de un blog personal?
La información de un destino tampoco es inmutable en el tiempo. Muchas veces me he encontrado con datos desactualizados en guías de viaje sobre horarios, sobre precios, sitios que han cerrado (y alguna vez incluso me he topado con errores garrafales que en una ocasión me hicieron buscar en Irán en una mezquita cuatro iwanes.... que no existían. El autor de la guía no estuvo en ella, eso es obvio. Luego descubrí que la información había sido tomada de un folleto de la agencia Iransara y se reprodujo el error). La verdad es que no se me hubiera ocurrido pedirle a la editorial un certificado de actualización de datos o de prueba de la visita "in situ" del autor de la guía a los monumentos, lugares de interés y restaurantes.
Evidentemente que yo no puedo asegurar a ningún viajero que vaya a un destino del que yo hable que le vaya a gustar y que vaya a disfrutar de un feliz viaje, como tampoco la Iglesia te garantiza un feliz matrimonio cuando te da la bendición apostólica. ¿Acaso un mayorista de viajes sí está en condiciones de dar esas garantías?
La propuesta además entra en confrontación directa con el derecho a la libertad de expresión y a una comunicación pública libre. ¿Como pueden exigir al autor de un blog que se abstenga de opinar sobre un destino o se someta a un código impuesto por el sector turístico en la expresión de sus opiniones? Yo me tengo que tragar todos los días a tertulianos en programas rosa opinando de temas técnicos de Derecho (medidas cautelares en procesos penales, violencia de género etc..) y haciendo manifestaciones temerarias y nadie se ha planteado prohibirles a estos indocumentados que abran la boca o someterlos por ejemplo a un código del Consejo General de la Abogacía (igual no sería mala idea..)
Me parece que más que preocuparse por la veracidad y el rigor informativo, lo que inquieta al sector es que la existencia de foros de viaje o blogs personales permita cada vez a más personas organizarse el viaje por libre, prescindiendo de la intermediación de agencias y mayoristas, así como dar un cauce de expresión pública a las críticas o malas experiencias de la contratación de servicios por parte del consumidor.
Una cosa es no tolerar difamaciones gratuitas amparadas en el anonimato de internet (para eso hay vías legales para proceder contra el autor) y otra distinta es tratar de ahogar la crítica o la denuncia de un mal servicio. Nos olvidamos de que en una economía de mercado la calidad de los servicios ofertados por las empresas está sujeta a la evaluación y a la crítica pública dentro de esa libertad de oferta y demanda y en el marco del derecho a la protección y defensa de los intereses legítimos de consumidores y usuarios y la promoción de su información y educación por los poderes públicos recogidos en la Constitución.
¿Que los empresarios se sienten indefensos ante las críticas que puedan aparecer en foros de viajes o blogs personales? Yo diría que la indefensión suele estar más bien del lado del consumidor ante cualquier reclamación a una empresa por incumplimiento de las condiciones en contratos de viajes combinados, donde la política habitual en España es dar la callada por respuesta sabiendo que el sistema desampara al consumidor y hace que queden impunes la mayoría de los incumplimientos. Antes de plantear códigos éticos a los blogs, sería bueno que empiecen por adherirse las empresas turísticas al sistema arbitral de consumo.