martes, 13 de octubre de 2015

Norte de Marruecos (7): Tánger: Un recorrido por su pasado internacional


“Absurdo. Nada me parece más absurdo que esa nostalgia exagerada por el Tánger de antes y ese suspirar por su pasado como zona internacional” (Mohamed Chukri "Paul Bowles, el recluso de Tánger")

Parece que todos los que visitan Tánger se tienen que aferrar a la repetición del tópico manido del mito del Tánger cosmopolita de ese periodo del s. XX comprendido entre los años 30 y la independencia de Marruecos en 1956, etapa en la que fue Zona Internacional.


Entre 1923 Tánger se convirtió en un protectorado cuyo gobierno y administración pasaron a manos de una comisión internacional, formada inicialmente por Francia, Gran Bretaña y España y a la que luego se sumarían Portugal, Bélgica, Países Bajos e Italia.

En la década siguiente, los años 30, la ciudad se convirtió en un centro de espionaje y enclave estratégico en las rutas comerciales por su proximidad al Estrecho de Gibraltar, jugando un papel importante durante la Guerra civil española.

Ya iniciada la Segunda Guerra Mundial, las tropas españolas invadieron la ciudad el 14 de junio de 1940, aprovechando la Ocupación alemana de París ese mismo día, y desmantelaron el gobierno internacional.

Con el fin de la II Guerra Mundial en 1945, las autoridades españolas retiraron las tropas de Tánger bajo la presión de los Aliados y la ciudad volvió a su estatuto anterior, situación que terminaría definitivamente en 1956 con la declaración de independencia de Marruecos.

Un divertido y vertiginoso retrato del Tánger Internacional  es la novela de Paul Bowles "Dejala que caiga", novela "coral" que entremezcla las vivencias de distintos personajes de destinos cruzados en el Tánger de la Zona Internacional. La novela dibuja con ese humor e ironía ácida tan típicas de Bowles ese ambientillo canalla de ciudad cosmopolita y de excesos, por donde van desfilando una galería de expatriados, bohemios, buscavidas, especuladores, especialistas en negocios turbios, timadores, agentes secretos, espías dobles, supervivientes y “bon vivants”.

Reconozco que Tánger es una ciudad con la que yo de momento no he conseguido conectar. No lo conseguí en mi primer viaje en 2008, aunque en aquel momento lo achaqué al poco tiempo disponible a su visita (media jornada) y a que mi viaje coincidió en pleno Ramadán, que agudiza el natural alboroto de ciudad portuaria con riñas en la calle (en aquel viaje me gocé dos peleas a piñazo limpio en plena calle en el Zoco Chico).  Esta vez decidí quedarme dos días y tratar de profundizar un poco más en sus posibilidades pero tampoco lo logré. 

La entrada a la medina desde el puerto de Tánger, construido por los ingleses en el siglo XVII junto a las antiguas murallas portuguesas del siglo XV, se hace por la puerta llamada Bab el Marsa, que sube hacia el Zoco Chico si seguimos recto y si nos desviamos a la derecha nos conduce al Hotel Continental.



Foto: Bab el Marsa
Autora: Marta Leonor Vidal García


Siguiendo hacia arriba  antes del Zoco Chico se encuentra la Gran Mezquita en el lugar donde estuvo el antiguo capitolio romano. Fue reconstruida en el s. XVII.





Foto: Gran Mezquita
Autora: Marta Leonor Vidal García

En este viaje volví a alojarme (desde luego que más por sentimentalismo que por confort) en el decadente Hotel Continental, construido en 1865 e inaugurado en su época por el Duque de Edimburgo. Por sus habitaciones pasaron grandes viajeros de principios del siglo XX, escritores y políticos.



Foto: Hotel Continental
Autora: Marta Leonor Vidal García


Sus desvencijados pasillos, donde parece que parece que el tiempo se hubiera detenido, albergan todo tipo de antigüedades y recuerdos de sus pasadas épocas de gloria: una centralita de teléfonos de cable, un gramófono, un piano de cola, fotos antiguas de una trouppe teatral marroquí representando "Otelo" en el Gran Teatro Cervantes en 1929 con un actor en el papel de Desdémona..





Fotos: reliquias del Hotel Continental
Autora: Marta Leonor Vidal García


El hotel transmite una sensación de tiempo muerto. Solo ocasionalmente, algún rodaje le da algo de vidilla a la decadencia imparable de sus instalaciones. En la recepción amarillean unas fotos dedicadas por el equipo de rodaje de la película de Bertolucci "El cielo protector", nefasta adaptación de la novela de Paul Bowles y que solo sirvió para sacar de apuros económicos al escritor en sus últimos años.





Fotos: dependencias del Hotel Continental
Autora: Marta Leonor Vidal García


No es un hotel cómodo, para qué decir otra cosa. Sus habitaciones necesitan una remodelación y su único atractivo es su añeja decoración y la magnífica terraza con vistas a la bahía de Tánger, ideal para tomar una copa al atardecer. La cocina del restaurante es bastante mala, no lo recomiendo.



Foto: terraza del Hotel Continental
Autora: Marta Leonor Vidal García

El complejo se sitúa frente al puerto justo encima de donde estuvo el antiguo edificio de aduanas.


Foto: Hotel Continental
Autora: Marta Leonor Vidal García

Frente al puerto encontramos las murallas construidas por los portugueses y luego restauradas por los ingleses y los alauitas.




Fotos: Murallas de Tánger (Borj Dar el Baroud)
Autora: Marta Leonor Vidal García

Las murallas contaban con trece puertas de acceso y siete baterías de defensa.


Foto: Murallas de Tánger
Autora: Marta Leonor Vidal García


En Tánger, además del Hotel Continental,  sobreviven muchos rincones de su pasado internacional. Los cafes del Zoco Chico, el Petit Souq, siguen manteniendo la misma apariencia de hace 50 años, igual que las casas y pensiones cutres de alrededores. Esta placita era en la época internacional el punto de encuentro donde se cerraban todo tipo de negocios.“Uno de los encantos de la zona internacional (Tánger) era que podías conseguir cualquier cosa mientras pudieras pagar su precio. Aquí todo era corruptible. Conseguir algo era tan solo cuestión de dinero” (Paul Bowles en "Dejala que caiga").  



Foto: Zoco Chico
Autora: Marta Leonor Vidal García

Por esos contrastes tan propios de Tánger, justo al lado del núcleo del vicio en el Zoco Chico, se encontraba la Iglesia de la Purísima,  sede de la Misión franciscana española.



Foto: Misión franciscana española
Autora: Marta Leonor Vidal García

Más arriba atravesando la puerta de Bab el Fahs que es uno de los accesos a la medina, salimos al Gran Zoco.


Foto: Bab el Fahs
Autora: Marta Leonor Vidal García

El Gran Zoco, también llamado Plaza 9 de Abril de 1947, fue el lugar elegido por el sultán Mohammed Ben Yousef para pronunciar un discurso de reivindicación de la independencia de Tanger y el fin del dominio francés.


Foto: Gran Zoco (Plaza 9 de abril de 1947)
Autora: Marta Leonor Vidal García

En esta plaza se encuentra la Mezquita sidi Bou Abib con su minarete de 1917.




Fotos: Mezquita de Sidi Bou Abib
Autora: Marta Leonor Vidal García

Una visita al cercano Museo de la Legación Americana, ubicado en una antigua casa palacio, en el que no había estado en mi anterior visita en 2008, ayuda a conocer algo más de la historia del Tánger del periodo de entreguerras, en que la ciudad fue un nido de espías. El ambiente que recreaba la película "Casablanca" de Michael Curtiz durante la II Guerra Mundial se inspiraba realmente en Tánger, no en Casablanca (ésta última nunca pasó de ser una simple ciudad administrativa y comercial).  

Tánger también alberga vestigios de su innegable influencia española, como el Gran Teatro Cervantes. Con un aforo de 1400 personas, por su escenario pasaron el tenor Caruso, Antonio Machín y las folklóricas "de tronío" de la época: Estrellita Castro, Lola Flores, Carmen Sevilla, Imperio Argentina.




Foto: El Gran Teatro Cervantes
Autora: Marta Leonor Vidal García

El edificio lleva décadas cerrado, cayéndose a pedazos, esperando que su propietario, el Estado español, tome una decisión sobre el inmueble. Aunque ha habido varias tentativas para su restauración, de momento todo sigue igual.



Foto: El Gran Teatro Cervantes
Autora: Marta Leonor Vidal García

En la cuesta por donde se sube a la Kasba, se encuentra el antiguo Cine Alcázar, antiguo teatro inaugurado en 1913 y que se transformó en cine en 1917, proyectando películas mudas con pianista, como los cines de postín de la época. Con la llegada del cine sonoro se convirtió en la sala que proyectaba los mejores estrenos de la época, con aforo de 700 personas.



Foto: Cine Alcázar
Autora: Marta Leonor Vidal García

En la Ville Nouvelle se mantiene operativo el Gran Cafe de Paris, del que Bowles se quejaba de que pasó de oir el sonido de las cigarras a sufrir el estruendo del tráfico. Es lo que tiene la civilización. El sitio no me transmitió nada, como tampoco me inspiró el "mítico" Cafe Hafa, hoy un destartalado reducto de adolescentes ruidosos.


Foto: El Gran Cafe de Paris (ya sin el sonido de las cigarras)
Autora: Marta Leonor Vidal García


Cercana al Cafe de Paris, la Terrasse des Paresseux, un concurrido mirador con cañones.


Foto: Terrasse des Paresseux
Autora: Marta Leonor Vidal García


Todo el famoseo de escritores y artistas que en esa etapa de la zona internacional se instalaron temporal o definitivamente en Tánger como Paul Bowles, Jean Genet, Kerouac, Burroughs, ha contribuido a alimentar el mito del Tánger internacional, su cosmopolitismo, su efervescencia artística.. 

Tánger nunca me ha parecido una ciudad ni "evocadora" ni "romántica" ni siquiera acogedora. Por mucha literatura que se le eche, ni siquiera consigo siquiera fantasear con que Tánger fuera algún día el no va más del glamour del espionaje internacional y el echadero de toda la socialité del esnobismo literario anglosajón. Es lo que tienen las ciudades de novela, como la Alejandría de Lawrence Durrell, que solo se mantienen vivas en la literatura. Y dudo que alguna vez existieran en la realidad, al menos tal como nos lo cuentan.

Como terapia de choque para quitarse la venda de los ojos sobre el  tópico del "cosmopolitismo"  del Tánger de los años 30, 40 y 50 nada mejor que la lectura de la obra del escritor marroquí Mohamed Chukri. Este escritor rifeño, analfabeto hasta los 20 años, malvivió en su juventud las miserias del hambre y la emigración rural, el maltrato de un padre alcohólico que mató a su hermano, la dura supervivencia en las calle de Tánger dedicado al hurto, trapicheo, contrabando, prostitución callejera...

Chukri tiene tres novelas autobiográficas, la más interesante "El pan desnudo" o "El pan a secas", prohibida durante muchos años por escandalosa en los países árabes. Un libro muy duro, el testimonio de un superviviente, que recuerda a la novela picaresca y a veces al tremendismo de "La familia de Pascual Duarte" en versión rifeña. Solo que aquí no es ficción, sino la vida real de uno de los que vivía "al otro lado".

De sus ensayos, me encantó por su sinceridad y acidez desmontando mitos  "Paul Bowles, el recluso de Tánger". En esa obra, además de "matar al padre" o sea, a Paul Bowles (que nunca le perdonó la "estopa" que generosamente le dedicó en el libro y algunas incómodas revelaciones sobre él, su mujer y los petardos de sus amigos), Chukri carga con un rencor no disimulado contra tan idealizada época y destruye muchos mitos. Y en materia de mitos hay revelaciones que no se perdonan. Muchos de esos escritores y artistas europeos y americanos se expatriaban a países subdesarrollados en la segunda mitad del s. XX, simplemente para disfrutar cómodamente de las drogas y los amores mercenarios sin los problemas penales que hubieran tenido en sus países de origen, tal como Burrroughs reconocía abiertamente. Esos extranjeros occidentales venían a Tánger, dice Chukri,  "como quien va a ver saltar a un mono de árbol en árbol" en busca de "exotismo y placeres para fumar quif y hash, para tener chicas, chicos".

La dichosa generación "beat" se lleva en el libro una buena porción de los palos que Chukri reparte generosamente entre el propio Bowles, Burroughs, Kerouac, Truman Capote, entre otros. La mayor tanda de palos le cae al antipático Burroughs, que nunca se molestó en disimular su desprecio por los marroquíes,  que alardeaba de que en Tánger la policía siempre daba la razón a los extranjeros ante un litigio y de que a los marroquíes le caían mayores penas que los europeos por los mismos delitos. 

Paul Bowles no sale precisamente muy bien parado. La semblanza que Chukri traza de Paul Bowles, dibuja un tipo frío, mezquino en temas de dinero (hasta el extremo de quedarse a espaldas de Chukri con sus derechos de autor por una traducción de un libro) y nada empático, lo más alejado de una persona integrada con la cultura local que podamos imaginar. La revelación en cierto modo vino a confirmar mis intuiciones, pues aunque Bowles siempre me ha parecido un narrador excepcional, encuentro que su literatura es aguda, incisiva, humorística, desasosegante, pero emocionalmente muy fría. A Bowles le delata la falta de empatía con las personas y situaciones que narra, salvo en "La casa de la araña" o el relato "El tiempo de la amistad", donde a lo máximo que llega es a una cierta ternura condescendiente desde una visión de superioridad hacia los pueblos atrasados. Mcuadra perfectamente con su carácter el desapego respecto a los marroquíes que Chukri le recrimina con acidezPaul Bowles, decía Chukri,  lo que amaba era la visión “naïf” de Marruecos, el pintoresquismo, le gustaba Marruecos, pero no los marroquíes y nunca se integró, solo “se aclimató con astucia”.

Esa añoranza del Tánger de Bowles y sus amigos, del Tánger elegante y distinguido, el de los placeres baratos, el de los negocios especulativos y el dinero fácil, el de las fiestas de los millonarios, es lo que censura Chukri con acritud. Porque el Tánger internacional fue muy distinto para Chukri y muchos marroquíes que estaban al otro lado del glamour de las fiestas de millonarios y las tertulias de pseudointelectuales esnobs.

"Lo malo era vivir en el otro lado. Lo malo era la humillación de los que vivíamos en el otro lado. A mí también me hubiera gustado vivir esa buena vida. Pero la buena vida de esa gente era a costa de aplastar a los demás. Y aplastar a los demás es algo primitivo"

Tánger en aquellos años seguramente debió ser una fiesta para unos pocos privilegiados, todos occidentales expatriados en busca de emociones fuertes, y algo más parecido a un funeral para una gran mayoría de emigrantes marroquíes de zonas rurales que se buscaban la vida malviviendo en sus calles huyendo de la miseria.

“El turismo participa en la destrucción del mundo” (Paul Bowles). Nunca mejor dicho.



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